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La vacunología inversa, una herramienta de éxito para evitar epidemias

Desde hace varios años y todavía en la actualidad, España se está viendo desabastecida de diversas vacunas cruciales a la hora de mantener a raya enfermedades peligrosas para el género humano. La varicela, la meningitis B o la tosferina, por ejemplo, son difíciles de conseguir y uno de los grandes motivos radica en la poca rentabilidad que estos productos dan a las farmacéuticas, sobre todo desde la caída de precios provocada por la crisis y los acuerdos alcanzados para comprar vacunas en grandes cantidades y a bajo coste.

Las técnicas habituales para desarrollar estos productos suelen ser caras, ya que están centradas en laboratorios húmedos en los que hay que manejar cultivos más o menos estables, dependiendo de la dolencia contra la que se vaya a luchar. Además están supeditadas al clásico ‘ensayo-error’ que no siempre da resultados positivos inmediatos y con el que se consumen multitud de recursos.

¿Cómo se podrían abaratar estos procesos, mejorando así la rentabilidad del producto y, en consecuencia, ampliando la capacidad de producción para evitar el desabastecimiento y la falta de recursos ante posibles epidemias? A través de la llamada Vacunología Inversa, que lleva varios años presente gracias a los avances biotecnológicos en la secuenciación del genoma de numerosos microorganismos.

Se trata de un sistema in silico (es decir, generado por vía computacional) en el que la Bioinformática tiene un papel fundamental. Gracias a aplicaciones y softwares desarrollados por los profesionales de este campo se puede gestionar, administrar, analizar y comprender cadenas de información biológica.

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Es tremendamente útil para localizar proteínas que no sean patógenas, tanto de superficie como secretoras, y marcar las pautas de creación de vacunas sin necesidad de tener laboratorios húmedos ni de elaborar cultivos, reduciendo prácticamente a la mitad los costes de desarrollo. Por otra parte, es ideal para trabajar con microorganismos que son difíciles de manejar o imposibles de cultivar en un laboratorio: el micobacterium leprae, que produce la lepra, la varicela, la viruela o la meningitis B son sólo algunos ejemplos.

Además, gracias a este procedimiento y contando con que ya se dispone de la secuencia de los genomas de muchos microorganismos fundamentales para la salud humana y animal, se han podido descubrir nuevos antígenos que nunca se hubiesen encontrado mediante los métodos tradicionales. De hecho, teniendo en cuenta que todavía quedan más de 400 microorganismos patógenos sin secuenciar, es más que probable que esta nueva metodología siga aportando datos y generando nuevos descubrimientos útiles para mejorar el desarrollo humano.

Un ejemplo reciente del éxito de la Vacunología Inversa lo encontramos en el lanzamiento de la vacuna de la meningitis B, desarrollada por la Big Pharma Glaxosmithkline a través de la decodificación del genoma del meningococo. Tras este logro, la compañía británica ya se ha puesto en marcha para conseguir productos a través de este sistema que sirvan para luchar y prevenir enfermedades de alta mortandad como la malaria, la tuberculosis, el sida y el virus sincitial respiratorio humano (VRS), una serie de retos que, esperamos, se cumplan pronto y lleguen sin distinción a todas las partes del globo.

OTRAS APLICACIONES

Los beneficios que acabamos de comentar no sólo pueden ser aprovechados por la empresa privada para darle un empujón a su I+D+i y generar nuevos productos. También las administraciones públicas deben mirar hacia la Vacunología Inversa como una nueva oportunidad para ahorrar costes y, mucho más importante, tener capacidad para afrontar epidemias.

En estos momentos el acceso a las vacunas no está garantizado y las necesitamos para evitar que enfermedades de gran riesgo prácticamente erradicadas en nuestro país, como la polio, vuelvan a extenderse entre la población. Se trata de un grave problema de salud pública que nos pondría a todos en peligro y que, además, haría menguar la productividad del país y aumentaría los costes sanitarios.

Contando con los recursos adecuados, e incluso con alianzas de iniciativa privada en el campo de la producción, el sistema público podría generar sus propias vacunas y evitar ese desabastecimiento que hoy por hoy se sufre en España, todo gracias a la Vacunología Inversa. El gasto sería mínimo y los réditos, importantes.